viernes, 27 de noviembre de 2009

Cultivo extensivo de Soja:terribles consecuencias.



La introducción del monocultivo de soja viene acompañada de graves violaciones de los derechos humanos y está desplazando al campesinado de pequeña escala de sus tierras, no solo en Paraguay, la crueldad de este fenómeno también se extiende en Argentina, Brasil y Bolivia. En Paraguay, el 2% de la población posee alrededor del 75% de la tierra, como herencia del pasado colonial de la dictadura de Stroessner. Además de amigos y secuaces del dictador Stroessner que consiguieron la concesión de grandes extensiones de tierra durante la dictadura por su connivencia con el régimen, desde la caída de la dictadura hasta hoy latifundistas principalmente de Brasil siguen apropiándose de tierras paraguayas para destinarlas al monocultivo de soja. Los campesinos son expulsados por varios métodos, como el alquiler o compra de propiedades, o se ven obligados a abandonarlas a causa de las fumigaciones masivas con agroquímicos, y en muchos casos sufren el acoso de grupos armados en forma de verdadero ejército expulsor.

Por otro lado, las duras condiciones de subsistencia de los pequeños productores y el nulo apoyo del gobierno del país hacia la agricultura familiar hace que en muchos casos vean como única salida la venta de tierras a los latifundistas extranjeros, desplazando al campesinado a los arrabales urbanos donde las familias desarraigadas, fuera del entorno de solidaridad entre familias que se da en el campo, una vez que el dinero de la venta de tierras se esfuma, sufren la condena de vivir de la mendicidad o establecerse en los grandes vertederos esperando a la descarga de los camiones de la basura. Por otro lado, la falta de alternativas hace que otra fuente de ingresos para muchas familias sea la producción de carbón vegetal a partir de la tala de bosques, facilitando la creación de áreas de tierra despejadas, auténticas pistas de aterrizaje para el cultivo de soja.

Como pudimos comprobar, las comunidades campesinas que se resisten al modelo del monocultivo y apuestan por una producción de pequeña escala, diversificada, sin agrotóxicos y la utilización de semillas locales, sufren el continuo hostigamiento de los grandes productores sojeros: intimidaciones, enjuiciamientos, fumigaciones masivas de las comunidades, desalojos violentos (acompañados frecuentemente de la quema de casas y destrucción de cultivos), agresiones armadas al más puro estilo paramilitar, etc.

La práctica totalidad de la soja cultivada en Paraguay es transgénica, resistente al herbicida glifosato que elimina el resto de vegetales no resistentes. Las semillas modificadas genéticamente son producidas por la multinacional Monsanto, que se asegura grandes beneficios al haber patentado las semillas y su cultivo pasa necesariamente por la compra año tras año a la multinacional de las semillas, así como del pesticida que se aplica sobre el cultivo. El cultivo de soja transgénica conlleva además de la desaparición de las variedades y cultivos locales, la eliminación de extensas áreas forestales (tan solo en Brasil se talan 700.000 hectáreas de bosque cada año para el desarrollo de cultivos de soja), así como el empleo indiscriminado de pesticidas (además del glifosato se emplean otros pesticidas prohibidos en Europa por su alta toxicidad como el paraquat) que además de contaminar la tierra, y el agua (de acuíferos, arroyos, y agua de bebida de las comunidades campesinas), matan animales, exterminan los cultivos locales y como pudimos comprobar provocan graves enfermedades y la muerte de quienes pueblan las comunidades campesinas limítrofes con los sojales.

Un ejemplo de esta cruda realidad es el caso del niño de 11 años Silvino Talavera que en 2003 fue rociado con una mezcla de pesticidas con la que los productores alemanes estaban realizando tareas de fumigación en un cultivo de soja, a escasos 15 metros de la casa de la familia Talavera. Silvino murió por intoxicación aguda, y su familia también resultó gravemente afectada tras el consumo de la comida que portaba el niño en el momento de la fumigación. Después de numerosos obstáculos, intimidaciones y hasta amenazas de muerte de parte de gente vinculada a los poderosos sojeros imputados por “fumigar” a Silvino, la sentencia dictada condenó a los responsables del asesinato a 2 años de prisión.

La soja que se produce en Paraguay es extraída del país en forma bruta y se procesa en el extranjero, además, la exención de impuestos para su exportación sigue incentivando los beneficios económicos de los grandes sojeros. Una vez procesada, la soja se utiliza mayoritariamente como alimento de animales para la producción de carne para Europa y China. Recientemente también los agrocombustibles han incrementado la demanda de soja y otros cultivos.

Mientras el producto de los monocultivos de los países del Sur sigue engordando a los animales del Norte y se utiliza en la producción el llamado biocombustible que cuenta con una falsa imagen de sostenibilidad medioambiental, asesina y condena a la miseria a los países del Sur.
Fuente: Komité internazionalistak Bilbao

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